Con profundo respeto y una visible emoción, las Fuerzas Militares de Colombia rindieron el último homenaje al General (r) Jorge Enrique Mora Rangel, en una ceremonia fúnebre que congregó al alto mando militar y a la familia del país. El Almirante Francisco Cubides Granados, Comandante General de las Fuerzas Militares, pronunció un discurso que resonó en el corazón de los asistentes, despidiendo a un hombre cuya trayectoria "marcó para siempre la historia reciente de nuestro país".
El Almirante Cubides inició su intervención honrando a un "soldado insignia," un colombiano cuya vida estuvo indisolublemente ligada al valor, el honor y el sacrificio. Subrayó que, para el General Mora, el uniforme era un "compromiso sagrado" y que cada paso, misión y decisión estuvo guiada por la convicción de que servir a la patria es el más alto deber.
El homenaje se centró en el rol inquebrantable del General Mora durante los capítulos más desafiantes de la historia reciente de Colombia. Al asumir la comandancia del Ejército Nacional en 1998, en medio de "años de confrontación intensa, de amenazas crecientes," allí, en la adversidad, "emergió el temple militar. Allí se consolidó su grandeza," afirmó Cubides.
Pero fue en el corazón del Caguán, en un momento de opresión y desconcierto nacional, donde el General Mora pronunció la frase que se convertiría en un faro para toda la institución: "La Fuerza Pública no está de rodillas".
El Comandante General enfatizó la trascendencia de esta declaración, describiéndola no como una respuesta política, sino como un "pronunciamiento ético, una afirmación de dignidad institucional, una defensa de la honra militar." Esta lección, recordó el Almirante, enseñó a generaciones enteras que la fortaleza moral no se negocia y que jamás debe inclinarse ante la intimidación.
El líder cercano y estratégico

Su liderazgo alcanzó su punto culminante en 2002, al ser nombrado Comandante General de las Fuerzas Militares. Bajo su dirección, el país pudo "recuperar la iniciativa, fortalecer la seguridad nacional y restablecer la confianza en las instituciones".
El Almirante Cubides recordó el carácter del General Mora: no simplemente fuerte, sino "templado, forjado en el combate y la academia." Su autoridad era ejercida con cercanía, pues "comprendía a la tropa, cuidaba de ella, reconocía su esfuerzo".
Al dirigirse a la familia —su esposa, Gloria Oviedo de Mora, y sus hijos José Fernando y Juan Diego—, el Almirante extendió el acompañamiento de soldados, marinos y aviadores, honrando no solo al comandante, sino al "ser humano noble, reservado y profundamente comprometido" con los suyos.
Al despedir a su comandante, el Almirante Cubides reconoció que hoy su ausencia "pesa, duele y conmueve," pero a la vez, "ilumina".
"Los hombres como él, no desaparecen; viven en las banderas que ondean libres, en el corazón de cada soldado, marino y aviador," expresó. El General Mora deja un legado firme en la institucionalidad: la disciplina, la valentía y la humildad.
"Usted nos enseñó que el liderazgo se ejerce con entereza, que la disciplina es un acto de amor a la patria, que la dignidad no se negocia y que la paz también es un deber," concluyó el Comandante General, encomendando su alma a Dios.
Las Fuerzas Militares le dijeron adiós al gran referente, con el respeto reservado para los hombres que trascienden, sellando el tributo con un reconocimiento eterno:
"Honor y gloria al señor general Mora Rangel, Colombia lo reconoce. Su fuerza militar es enorme y la historia lo acoge como uno de sus grandes defensores. Descanse en paz. Y gracias, infinitas gracias, por haber demostrado con su vida lo que significa servir a la patria con lealtad, valor y sacrificio". //MEBS
Autor: Prensa – Comunicaciones Estratégicas COGFM
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