La constancia, tenacidad y el apoyo de la familia es el principal motor para seguir adelante en su vida militar.
En su casa Angélica Hurtado Camargo es madre, hija, amiga y compañera de vida, pero en el Ejército Nacional es la sargento viceprimero Hurtado, una de las primeras mujeres que en el año 2005 inició su proceso de formación en la Escuela de Suboficiales Sargento Inocencio Chincá, convirtiéndose en un ejemplo de responsabilidad, constancia y amor por el camuflado y su familia.
Cuando Angélica llegó a la institución, venía de una hermosa familia conformada por tres generaciones de mujeres valientes y aguerridas, en primer lugar su madre, que con ejemplo, amor, comprensión y acompañamiento, le permitió que su sueño se volviera realidad al ingresar a la Escuela de Suboficiales; luego, su hija Laura, que desde que llegó a su vida ha sido su máxima motivación, y, por supuesto, ella misma, Angélica, una tecnóloga que creció en el seno de una familia militar, pues su padre también fue suboficial del Ejército. Con el paso del tiempo la familia creció y llegó otra mujer, Mariana, su sobrina, que con tan solo nueve meses de vida se convirtió en el complemento perfecto.
Angélica habla de su principal motivación, sus hijas y su madre; por ellas todos los sacrificios valen la pena, porque cuando se levanta a las cuatro de la mañana para organizar el día de sus hijas y su trabajo, se siente muy orgullosa de esas dos personitas que Dios le dio (Laura y Mariana). Ellas, al igual que su mamá, la inspiran; cuando las mira cualquier cansancio se va y llegan las energías para continuar luchando como madre y como mujer militar. «Quiero que ellas se sientan muy orgullosas de lo que soy en casa y en la oficina».
Y hoy, después de 18 años en la institución, la sargento hace un alto en el camino, y siendo la primera mujer que ostenta el cargo de inspectora de aviones del Ejército Nacional, mira hacia atrás, y recuerda cada uno de los sacrificios que tuvo que hacer como madre para poder llegar a este lugar. Se siente orgullosa de todo lo que ha logrado para su vida y el bienestar de su familia.
Poder ver crecer a sus hijas y haber sacado adelante a Laura, quien ya tiene 18 años, y a Mariana, que más que su sobrina la considera su hija, llena su corazón de felicidad y agradecimiento a la vida, pues esas niñas se convirtieron en cómplices y amigas, que le han ayudado a crecer como madre y militar. Con ellas aprendió que vale la pena luchar, madrugar y trasnocharse, y que esa rutina la hace ser referente para las mujeres militares y para su familia.
Ser mamá es una responsabilidad que mueve y motiva, pero ser mamá trabajadora es comprender que el rol al final del día es doble; que debe velar no solo por el cumplimiento con su trabajo, sino que también lo debe hacer con su familia.
¡Feliz día Mamá!
