La señora Capitán de Navío (RA) Vilma Martínez es la viva imagen de una vida forjada con determinación, pasión y un amor inquebrantable por su país. Su historia en la Armada de Colombia no solo es un testimonio de servicio, sino también un faro de fuerza, coraje y entrega absoluta, un recordatorio de lo imponentes y valientes que son las mujeres en nuestras Fuerzas Militares. Durante 22 años de carrera, Vilma alcanzó el grado de Capitán de Navío, desafiando las convenciones y abriendo camino para que futuras generaciones de mujeres pudieran ver en ella el ejemplo de lo que es posible cuando se tiene determinación y compromiso con la patria.

Desde el inicio de su carrera, demostró que el mar no tiene límites para la inteligencia, la perseverancia y la sabiduría de una mujer. Rompiendo estereotipos, hizo parte del primer curso de oficiales femeninos en la Armada en 1984, celebrando en 2024, junto a sus compañeras, los 40 años de su ascenso como Oficial de la Armada de Colombia. Más que un cargo, su presencia en la institución representó un mensaje poderoso: las mujeres pueden liderar, organizar y transformar los espacios donde, por tradición, solo los hombres tenían voz. Vilma dejó claro que no hay obstáculos para las mujeres que deciden servir a su país.
Casada desde hace 38 años con un oficial naval, compartió no solo la vida, sino también el fervor por una institución que ambos adoraban. Su hijo, hoy Teniente de Navío, siguió sus pasos y llevó con orgullo el legado familiar, haciendo de su historia una inspiración de lucha y sacrificio. Vilma es un ejemplo tangible de que las mujeres en las Fuerzas Militares abren caminos para generaciones enteras.

Logró articular su carrera como oficial con su profesión de ingeniera química, dejando huella en el sector de los astilleros. Como Directora de Calidad en la Corporación de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo de la Industria Naval, Marítima y Fluvial -COTECMAR, fue pionera al formar parte de la primera tripulación de oficiales en esta prestigiosa empresa. En los astilleros de Panamá, vestida con overol, casco y botas, representó a Colombia. Su labor, exigente y meticulosa, transformó la manera en que los astilleros operaban, inculcando normas de gestión de calidad. Su nombre comenzó a ser sinónimo de respeto, compromiso y eficacia, y en sus ojos brillaba la pasión por lo que hacía.
Vilma comprendió que el respeto se gana con conocimiento, liderazgo y, sobre todo, con coherencia. Para ella, las mujeres tienen una capacidad ilimitada para triunfar en cualquier ámbito, y su consejo para las futuras generaciones de mujeres militares es firme y claro: “Prepárense, estudien, mantengan un estado físico óptimo y, sobre todo, sigan su pasión y el compromiso con su objetivo.”
Uno de los mayores desafíos de su vida fue equilibrar su carrera con su rol de madre y esposa. Las largas navegaciones de su esposo y la crianza de sus hijos fueron retos que exigieron una fortaleza de acero. Sin embargo, con la colaboración de su esposo, el respaldo de la institución y el apoyo incondicional de su familia, Vilma navegó esas aguas turbulentas con determinación y valentía.
Hoy, a pesar de estar retirada, guarda con orgullo recuerdos que narran su historia de lucha y sacrificio: su gorra, su uniforme con las insignias de Capitán de Navío, sus medallas, diplomas y placas recibidos a lo largo de su carrera. Cada uno de esos objetos es un símbolo tangible de años de esfuerzo, sacrificio y logros.
Vilma Martínez es un ejemplo claro de superación, de lucha constante y de pasión inquebrantable por la patria. Es una mujer que no solo abrió caminos para sí misma, sino también para todas aquellas que, como ella, soñaron con servir en las Fuerzas Militares. Su historia es un legado que trasciende generaciones y demuestra que, con esfuerzo, pasión y determinación, no hay barreras que no se puedan romper.
Su vida es la prueba de que las mujeres son la fuerza transformadora de este país, y que, con la Fuerza de Nuestras Fuerzas, todo es posible.
Autor: Comunicaciones Estratégicas